¡Fill püle powüpe ta fa!

Foto: Futawillimapu

Re-considerar al pueblo mapuche williche como una cultura importante en la provincia de Osorno y en el territorio, debe ser más que una opinión paisajista y pintoresca por quienes son autoridades políticas, entendiendo la consideración y fortalecimiento de la identidad cultural de pueblos que habitan el territorio.

Inter-culturalidad demandante
A propósito de los cuestionamientos sobre los usos políticos actuales sobre cultura

Pablo Andrade Paillalef – Antropólogo

La reflexión sobre la interculturalidad debe estar siempre actualizando su enfoque, debido a su comprensión, y con ello configurar lo pluricultural en los distintos escenarios sociales, modo que resignificará en algunos casos, minorías que poseen una notoria autoridad política y pública. Recuerdo un episodio personal ejemplificador. Fui invitado a participar en asamblea para trabajar propuestas en políticas públicas en la provincia de Osorno el año 2009, siendo conducido hacia la mesa provincial intercultural. Lo primero que me llamó la atención fue encontrarme con una mesa integrada por mapuche williche, y luego de reírnos y preguntarnos qué íbamos a hacer observamos las otras mesas de participación, como la mesa de economía local, educación, salud, comercio, etc. y nos dimos cuenta que ellas estaban integradas con descendientes alemanes, sirios, árabes, franceses, españoles. Esta situación me hizo pensar que la interculturalidad es entendida en estos ambientes como un anexo débil y circunstancial en la sociedad civil, además de ser considerada como “cosas de indios”[1]. Mi molestia la hice saber, y me retiré enojado de tal evento, dejando en claro que no es posible entender la interculturalidad únicamente como parte de los mapuche williche, para ser intervenida desde el asistencialismo social.

Si bien, la experiencia anterior dio motivos suficientes para comprender que la interculturalidad es el motor que debe mover las conciencias y el conocimiento respecto a elementos filosóficos que configuran los pueblos, los que han sido estudiados desde hace tiempo, demostrando ser un aliciente a la perfectibilidad de las materias y cosas que engrosan el mundo de las ideas sobre los seres vivos. Usualmente, el uso de la hermenéutica[2] resulta eficaz para comprender lo qué se está refiriendo cuando se habla de interculturalidad, tarea oportuna que operacionaliza en este ensayo su significado más práctico.

La definición de interculturalidad aborda una problemática asociada a las relaciones entre las culturas diferenciadas entre sí. Es frente a esta preocupación que muchos autores han reflexionado, tanto teórica como metodológicamente.

Ahora bien, al acercarse a la ética intercultural se alude al sentido de la vida en común, tomando en cuenta que las transformaciones valóricas y normativas son entendidas a partir de contextos, y que toda experiencia vital se configura a partir de relaciones, en las que nuestras sociedades contemporáneas se encuentran insertas dentro de la diversidad cultural, donde los sujetos viven y/o sobreviven en medio de fuertes cuestionamientos a sus certezas y creencias morales.

Es así, bajo el escenario actual donde el dominio económico tiende a homogeneizar grupos o poblaciones humanas emerge la reflexión sobre una ética[3] que contribuya al diálogo abierto entre posiciones conflictuadas por ser distintas.

Tal es el caso de los procesos de intervención social en Chile, y en particular en la imagen que proyectan los distintos programas asistenciales en la provincia de Osorno. Su invalidez ética está presente desde, por lo menos 10 años aproximadamente, desde la puesta en marcha del Programa Puente, hasta el sistema Chile Solidario, demostrando una escasa inclusión en temas como la pertinencia cultural[4], y en ello se demuestra la nula consideración sobre lo intercultural, asumiendo una posición ajena, impropia e irrelevante, ante temas que evidencian preocupación territorial.

La situación que más impacta es el esquivo reconocimiento de la diversidad cultural, o de la representatividad del pueblo mapuche williche que se ve intervenido. En este sistema (cuyos agentes sociales involucrados pertenecen a instituciones públicas respetables) la disculpa dada por los funcionarios públicos es un predicamento consciente de ignorancias y poca aceptación, que puede ser entendida como una discriminación social. Por consiguiente, esta naturaleza tiene su explicación, injustificable pero comprendida, en cuyo origen está la poca importancia que adquiere conocer los elementos de la cultura, y desde allí a entenderla como algo básico, primitivo y sin funcionalidad. Para los mapuche williche, ha sido permanente el proceso de intervencionismo estatal, de la cual ha aprendido a comunicarse desde estas maneras, favoreciendo el desarrollo del asistencialismo cortoplacista, y la negación de procesos de interculturalidad.

Desde lo anterior, se pone en evidencia consideraciones no menos desfavorables, ante el poderoso mover de las políticas públicas, entonces ¿qué hacer? ó ¿cuál sería la oportunidad de los pueblos y territorios que demuestran su identidad cultural, ante los servicios públicos sumidos en normativas poco exigentes e impertinentes?

Lo que viene resurgiendo en la actualidad en tanto valores y normas sean dichas, es el diálogo que de ellas nace. Ha sido en el reconocimiento cotidiano sobre las diversas realidades donde está la reflexión, y es ella la que bosqueja un camino hacia la aceptación gradual de elementos culturales pertinentes. Los contextos en que se expone las realidades suscitan inmediatos reparos para su mejoramiento. La idea central será entonces repensar sobre la actitud que se toma al homogeneizar el objeto de la intervención social, de la cual puede nacer un marco ético responsable y comprensivo.

Algunos de los puntos a reflexionar y dar sentido a lo expuesto hasta aquí, es poder decir que toda interculturalidad debe ser vinculada al trabajo práctico y al ejercicio profesional diario, donde cabe mencionar lo siguiente:

1º Una comunicación intercultural debe centrarse sobre las situaciones demostradas históricamente, y poder aterrizar los elementos abstractos de los que siempre se ve expuesto la interculturalidad. De nada vale decir que existe una comunicación cuando una de las partes no funciona, ya sea problemas desde el receptor, del canal, o como casi siempre ocurre, del emisor. Ejemplos para mejorar hay muchos, en su mayoría apuntan a la comprensión que sea legitima en el conocimiento de las realidades.

2º El contexto de los discursos interculturales deben ser auto-regulados. Esto significa evaluar y optar por comprender la transformación cultural desde lo cotidiano, y no caer en el sesgo del discurso estático y desconsiderado. Muchas veces las normas ordenan las actitudes, que en la práctica dejan de ser, invalidando lo que promueve. La claridad en los discursos reside en que ésta sea adaptable a las condiciones en que se encuentra una realidad. Es desconcertante, observar que otras culturas, o específicamente pueblos que co-habitan un territorio posee una consideración especial ante la toma de decisiones, alejándose de la realidad en la cual conviven. Es decir, debe darse un proceso donde se reúnan todas las identidades culturales. Por lo mismo;

3º El diálogo intercultural debe estar sujeto a los intereses nacidos desde las poblaciones con identidad cultural. Permitiendo una apertura al conocimiento en cada uno de ellos sobre sus elementos culturales más importantes.

Es bastante complicado referirse sobre lo que es debidamente ético en materia intercultural. Uno podría mantenerse al margen y solo observar como el medio ambiente crea y formula nuevas pautas de comportamiento, normativas que ordenan la vida. En esto pasaríamos a ser solo entes receptores de una condición, partícipes inanimados de un determinismo. Al contrario de esto, la naturaleza humana nos hace partícipes de estos procesos de transformación y nivelación de realidades. En ella se encuentran muchas preguntas, y contradicciones, donde la participación es legítima. Lo que no queda claro, es del grado de conciencia de los partícipes de estas transformaciones.

Desde un punto de vista personal, me queda claro que la naturaleza humana está cosechando lo que sembró, a razón de todos los atropellos e impertinencias sociales, culturales, políticas y económicas. Con este panorama, es posible mejorar la actual situación, dando énfasis a la interculturalidad que anticipa la pluriculturalidad.

Re-considerar al pueblo mapuche williche como una cultura importante en la provincia de Osorno y en el territorio, debe ser más que una opinión paisajista y pintoresca por quienes son autoridades políticas, entendiendo la consideración y fortalecimiento de la identidad cultural de pueblos que habitan el territorio.

Yo recuerdo a mis abuelos, quienes entendieron los fundamentos de la existencia humana, y que siempre relacionaban la tierra, el trabajo, con su religiosidad, con su forma de hablar, en plena identificación como parte de pueblos antiguos. Pero hoy ¿qué ocurre? Se ha buscado entender por medio de oposiciones, miserias, y desenfoques un mundo antiguo que poseía valores y una ética incondicional al paso de los tiempos ¿Dónde queda el conocimiento que otorga la historia y memoria de un pueblo?

La respuesta ante las preguntas anteriores corresponderá a la voluntad en los ejercicios básicos con que pongamos énfasis sobre la interculturalidad, y en este sentido, responder a una legítima interpretación, acudiendo al reconocimiento de los discursos asociados a la actividad del hombre, donde la economía y la sociedad son partes del gran motor de la cultura, aceptada por todos.


[1] “cosas de indios” expresión que utilizaban los organizadores del evento para definir el espacio destinado al aporte que pudiera ser considerado.

[2] Significa explicar o traducir

[3] El principio de cualquier ética se ha de referirse al hombre particular. Éste es su fin. La base para trazar un conjunto de leyes lógicas no pueden surgir del difuso colectivo, es el individuo el que crea el colectivo, es decir, el grupo nace de él.

[4] Pertinencia o adecuación sobre la cultura, lo que ha sido conocido mayoritariamente como materia indígena


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