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Fotografía: José Miguel Acum (70) es tataranieto de Juan Acum, dueño de la ruca donde ocurrió la matanza. Ahora él vive en Huillinco,  donde tiene un terreno que siembra y luego vende trigo | Bernardo Arriagada

Cuando se cumplen exactamente 100 años de la llamada matanza de Forrahue, donde al menos 15 comuneros fueron asesinados por un grupo de 45 efectivos policiales y guardias civiles, cuatro familiares directos de los fallecidos cuentan cómo es la vida hoy en esta comunidad y la forma en que se vinculan a un recuerdo que marcó sus vidas para siempre.

Hanaan Hernández – hhernandez@australosorno.cl

A un costado del cementerio de la localidad de Forrahue, ubicado a unos 15 kilómetros de la ciudad de Osorno, diez personas trabajan instalando las varas de coligue y llores silvestres que servirán para adornar el centro ceremonial con que la comunidad reacordará el episodio más triste de su historia. Es jueves 18 de octubre y al día siguiente se cumplirían 100 años de la llamada matanza de Forrahue, donde al menos 15 de sus antepasados murieron a manos de efectivos policiales y guardias civiles de la época. ¿La razón? la negativa de los huilliches de abandonar las tierras que eran declaradas judicialmente como pertenecientes a Atanasio Burgos, un latifundista que un año después también moriría en confusas circunstancias.

Mientras los descendientes de las víctimas de uno de los hechos de sangre más violentos de su historia realizan los preparativos de la actividad, se mantienen prácticamente en silencio y sólo son interrumpidos por el mugir de alguna vaca que se escucha a lo lejos.


Fotografía: El viernes último se concretó la ceremonia indígena en recuerdo de los fallecidos en 1912 | BAC

«Las nubes no se aguantarán», comentan los comuneros, pero los arreglos no paran.

Es la primera vez que se hará una rogativa por los indígenas que murieron o desaparecieron aquel 19 de octubre de 1912. El sitio ceremonial para la conmemoración del centenario no fue escogido al azar, pues al día siguiente la actividad se concretó justo en el monte donde se ubica el cementerio.

Los descendientes de quienes vivieron el conflicto han podido mantener en la memoria lo sucedido a través del relato oral traspasado degeneración en generación.

Y aunque la vida ha cambiado desde ese entonces, el recuerdo sigue vivo en cada uno de ellos. Un ejemplo claro de ellos son los cuatro testimonios de descendientes de quienes sufrieron en carne propia el brutal ataque. Las siguientes son sus historias.

NACIDA Y CRIADA…

Con rastrillo en mano, Gladys Marrián (54 años), demuestra que es una mujer que ha vivido toda su vida en el campo. Así lo refleja también su particular acento y su hablar pausado y de voz baja. En un principio, se muestra reacia a revelar pormenores de lo ocurrido en 1912, sobre todo porque -dice- no es costumbre hablar del tema. De hecho, recuerda que cuando tenía 15 años, en una capilla ubicada a dos cerros de su casa, un día llegó un sacerdote al sector con una frase que nunca olvidó: «Nos dijo que esas cosas no se hablaban, porque no era como nosotros lo estábamos contando, que había mucho de invento». De ahí, que la mujer ha conversado sobre la matanza sólo con su familia.


Fotografía: Gladys Marrian comenta que hasta hace poco se hablaba muy poco de la matanza | BAC

Sin embargo, la conmemoración del centenario de la tragedia es para Marrián la oportunidad de abordar algunos aspectos de lo sucedido.

La mujer ahora vive tranquila, en su casa a metros del cementerio de Forrahue. Cría patos y cerdos para el autoconsumo y además tiene una huerta. Con esfuerzo ha podido educar a sus dos hijos -Rosamel Cañulef (22) y Paola Yáñez (20). El primero trabaja en Valdivia como mecánico y la menor estudia Ingeniería Comercial en la Universidad Austral de Chile.

Ella es tataranieta de Micaela Marrián, una de las líderes déla comunidad de ese entonces. Micaela, opositora al desalojo, era una de las mujeres que se encontraba defendiendo el territorio cuando llegaron los 45 carabineros.

Según comenta Gladys, luego del ataque Micaela quedó gravemente herida. Y para evitar que descubrieran que seguía con vida, se cubrió con los cadáveres de quienes fueron asesinados en la ruca de Juan Acum.» La patearon y ella se quedó quieta. Luego, cuando los Burgos se fueron del sector, mi tatarabuela se curó las heridas, pescó un caballo y se fue a Temuco».

Para Gladys Marrián, la conmemoración de la matanza es un evento que marca un precedente. «Antes esto eran sólo historias de familias, ahora es de todos nosotros».

PARA NO OLVIDAR

José Miguel Acum era el jueves último el único varón de edad avanzada en el sitio donde hacían los arreglos previos para la ceremonia. Lo primero que resalta al encontrarlo es su piel curtida por los rigores del clima y sus expresivos ojos que a ratos parecen lagrimosos.

Él tiene 70 años y es tataranieto de Juan Acum, el dueño de la ruca donde se concentró la matanza de hace un siglo. Vive en el sector de Huillinco -en la entrada hacia Forrahue, desde la ruta U-40- donde tiene un terreno que le permite semblar y vender trigo. «Estoy tranquilo en mi tierrita», cuenta.

Un cigarro sirve para que José Miguel tome más confianza y cuente que luego de la matanza los hijos de su antepasado se repartieran por la zona. Pedro José Acum se quedó en una ladera cercana al cementerio, donde crió a Pascual Acum Rupallán, abuelo de José Miguel y quien precisamente le contó detalles del suceso.

La voz rasposa y el hablar pausado van acompañando el relato de su vida. Cuenta que la matanza de Forrahue es una historia que no se puede olvidar y menos esconder a las futuras generaciones. De hecho, sus dos hijos Darío Acum (21) y Elsa Acum (25) ya no viven en la comunidad. «Lo único que pido es que no se olvide lo que pasó para que no se vuelva a repetir».

Mientras apaga el cigarro, explica que no hay nada peor que el olvido. «Hay mucho desconocimiento. Sabemos que mataron a 15 pero hay tantos que desaparecieron. Es difícil saber lo que pasó hace tanto tiempo».

José Miguel tiene seis hermanos más y cinco de ellos viven en el sector. El sexto falleció y está enterrado en el cementerio. El pequeño agricultor se hizo propietario del terreno en Huillinco luego que se le entregara a su familia diferentes paños de tierras. A él le correspondieron hectáreas en la localidad cercana a Forrahue, toda herencia de su padre.

Acum explica que lo que ahora disfruta fue debido a la lucha que se libró en ese momento. «Niños vieron morirá sus padres, pasaron cosas terribles y después de tanto tiempo nosotros lo recordamos para rogar y pedir por todos los que cayeron».

MÁS DE 15

Corriendo por el sitio ceremonial, jugando entre las tumbas, bajando y subiendo cuestas se pasa las tardes Luis Ignacio Marileo Huitrao. Este niño de nueve años es hijo de Yohana Huitrao (44 años) y sexta generación de descendientes directos de quienes estuvieron presentes durante la matanza de Forrahue.

Su madre explica que no sólo fueron Acum los que fallecieron, sino también parientes de los Traimún, Huitrao, Paillán y Huilián de los que no se sabe su paradero y que están involucrados con el hecho de sangre. «Con cada relato se van sumando más personas. Eran 15 al principio, pero ahora son más los que desaparecieron», recalca.

Yohana Huitrao no tiene tiempo para detener a su hijo. Se ríe mientras lo mira correr y ella arregla el arco de entrada del sitio ceremonial. Toma unas varas y las amarra para hacer más firme la decoración. Su pelo negro intenso le llega hasta los hombros, se lo corre de la cara de vez en cuando para continuar con la manualidad que la ha tenido ocupada la mayor parte de la tarde.

La mujer vive con su hijo en la entrada de Forrahue por la Ruta U-40. El pequeño Luis Marileo observa de lejos la conversación y al acercarse reconoce que le encanta el campo y lo único que piensa es quedarse en el lugar, aunque no entiende mucho sobre la matanza. «Pero me encantaría participar de la ceremonia, es importante para todos», dice.

El niño va en cuarto básico en la escuela de Los Hualles, San Juan de la Costa. Dice que la historia que le han contado le parece «novedosa» y que le encantaría conocer más.


Fotografía: Luis Marileo (9) representa la sexta generación de descendientes de los fallecidos en Forrahue | BAC

Su madre, quien arregla el sitio ceremonial con flores silvestres dice que ella tampoco conoce mucho sobre la matanza, porque los abuelos hablaban mitad mapudüngun, mitad español. «La verdad es que no le entendíamos mucho. Ahí se perdió mucho relato y detalle», señala.

Para los Huitrao hay bastante que arreglar, limpiar y cocinar. Luis Marileo ayuda a su madre en la preparación del pan con cerdo y ají que servirán luego a los comuneros que participaron de la construcción del lugar sagrado.

EL ARRAIGO

Con un bolso de lana cruzado sobre el pecho y una chaqueta sin mangas, Elizabeth Acum Nilián coordina los preparativos de la ceremonia. Ella es la presidenta de la comunidad Forrahue y vive de los trabajos en artesanía que realiza. Estudió la cañera de Técnico en Desarrollo Social del Tecnológico de la Universidad de Los Lagos, pero no pudo dejar su tierra. «Yo tengo un arraigo muy fuerte con esta zona. Me hubiese ido, pero opté por ser dirigente acá», recalca.

Su vida ha estado marcada por la lucha de reivindicación de tierras. «A pesar de que hay descendientes que han sido reparados, como es el caso de la comunidad Llaitul Panguinao, que fueron trasladados hasta Purranque y Puerto Octay, hay otros que aún faltan».

Acum fue criada hasta la enseñanza básica en Forrahue. Para continuar la enseñanza media se trasladó hasta Osorno donde estudió y trabajó, pero no aguantó la vida en la ciudad y regresó hasta el sector de Forrahue donde vive junto a sus dos hijas, Evelyn (21) y Denisse (10).


Fotografía: Elizabeth Acum Nilián es la presidenta de la comunidad de Forrahue y vive de la artesanía | BAC

La dirigente es tataranieta de Vicente Paillán, uno de los desaparecidos durante la matanza de Forrahue. «Después de eso no se supo más de él. No sabemos si murió o no».

En efecto, la historia reconoce a 15 personas fallecidas durante la matanza, pero quienes integran la comunidad explican que hay más personas que desaparecieron, de las cuales no se tiene certeza si fallecieron o se escaparon. En total, cuentan 12 personas desaparecidas ese 19 de octubre.

Para Elizabeth Acum es de suma importancia conocer cuál fue el motivo por el que nunca más se supo de sus antepasados.

Agrega que el centenario para ella y para todos es un evento no sólo de recuerdo, sino también un hecho que marca el comienzo de una lucha por recuperar la dignidad como pueblo. «Este es el principio de nuestra reivindicación como pueblo mapuche y como comunidad de Forrahue».

Cae la tarde en Forrahue, comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, que se mantendrían durante el viernes y los comuneros ingresan a sus casas. Ya está todo listo para recibir a las autoridades de su pueblo que presidirán la conmemoración del centenario de la matanza de Forrahue.


El fin de Atanasio Burgos

Según historiadores locales, Atanasio Burgos Villalobos no disfrutó mucho tiempo la propiedad que había logrado adquirir. Fue asesinado un año después, presumiblemente por orden de otro terrateniente de la provincia con el cual mantenía rencillas. Sin embargo, la investigación nunca llegó a buen puerto y esa muerte también quedó impune. En el caso del proceder policial durante octubre de 1912, el oficial de Carabineros a cargo, mayor Julio Frías, debió presentar un informe al Ministerio del Interior por lo ocurrido. En dicha ocasión -el 21 de octubre- defendió su actuar y afirmó que los indígenas refugiados en la ruca de Acum poseían armas de fuego, palos y horquetas.


  • 19 de octubre de 1912 se registró la matanza en Forrahue. Allí 25 hombres se enfrentaron a los policías y guardias civiles, en defensa de las 18 casas del sector.
  • 15 kilómetros separan la localidad de Forrahue de la ciudad de Osorno. Allí hoy existe un cementerio donde hay un memorial por los fallecidos el siglo pasado.

Fuente: Diario El Austral de Osorno (21.10.2012)

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