Probablemente la mayoría de la población no mapuche-huilliche desconoce las normas de respeto que se deben guardar respecto del registro o uso de imágenes fotográficas de ceremonias religiosas como el Nguillatun. Pero eso no significa que la sociedad occidental moderna no respete otro tipo de normas o prácticas ceremoniales o religiosas que se relacionan con el uso de imágenes o la difusión pública de ceremonias que se desarrollan en el ámbito de lo sagrado. El estado chileno reconoce legalmente la libertad de culto y en ese sentido vemos cómo los Testigos de Jehová no realizan su servicio militar o rechazan las transfusiones de sangre por motivos religiosos, los judíos no comen carne de cerdo y tienen una estricta normativa alimentaria denominada «kosher» que es bien conocida por los frigoríficos de Osorno que exportan carne hacia Israel (un mercado que se abrió gracias a la existencia de esta normativa).
Podríamos seguir enumerando una serie de prácticas y creencias que probablemente no son comprendidas por quienes no son integrantes de esas comunidades o no tienen nociones básicas de antropología. Pero en Osorno esta ignorancia o desconocimiento ha generado un conflicto intercultural que al finalizar el mes de noviembre de este año se hizo público cuando el Machi Cristóbal Tremihual Lemui interpuso una demanda contra la Municipalidad de Osorno, por uso indebido de su imagen en un calendariopromocional sobre «la chilenidad» .
En tal sentido la reacción del abogado de la municipalidad al desconocer la existencia de esta demanda también es una muestra de que el problema radica en que el acto de violencia simbólica que habría ejercido la municipalidad escapa a las categorías culturales desde las cuales están evaluando el problema, es evidente que el letrado habla desde una concepción del derecho que no contempla la interculturalidad como uno de sus fundamentos, desconocimiento que también toca a los profesionales encargados de las comunicaciones y del diseño al interior de la municipalidad. Eso sin mencionar que el hecho deja en evidencia el poco «tacto político» pues que se pasó por alto la coyuntura noticiosa porque ¿acaso no es evidente que este año el pueblo mapuche huilliche ha realizado numerosas manifestaciones públicas, en las calles de Osorno y de numerosas ciudades chilenas, rechazando el trato que recibe por parte del estado chileno?
Cuando la autoridad comunal declara que es innecesario pedir disculpas «pues no se ha menoscabado su imagen» , vale la pena analizar su discurso, aunque sea en términos simples, para ilustrar el punto central de esta columna.
En el discurso de Bertín subyacen categorías culturales occidentales que estiman que el menoscabo de la imagen personal se relaciona con otro tipo de situaciones, probablemente el desnudo, la ebriedad u otra situación que atente contra «la moral y las buenas costumbres». Se expresa desde el punto de vista del derecho civil y de la moralidad judeo-cristiana, desconociendo la existencia de otras categorías culturales válidas, en este territorio, que den sentido a la presentación de la imagen de las personas en el ámbito de lo público.
El uso de la imagen personal está normada por códigos culturales, implícitos en su mayoría, que dan forma a sistemas de comunicación complejos, integrados a la vida cotidiana y que constituyen parte de la identidad cultural de los grupos humanos. Estos códigos están presentes en todas las culturas y en algunos casos delimitan lo que esa cultura considera como «tabú». Por ejemplo ¿daría lo mismo que las autoridades llegasen a un Te Deum en la Catedral San Mateo con traje de baño o con la camiseta de su equipo de fútbol favorito?.
Desde el punto de vista de quienes nos dedicamos a la investigación semiótica y a los estudios culturales, es muy interesante encontrarnos con este tipo de situaciones, porque permiten presentar a la comunidad una reflexión sobre la necesidad de tomar en serio el diálogo intercultural, con mayor razón en un territorio multicultural que cuenta con numerosa población mapuche-huilliche, tanto el sector rural como en el àrea urbana. Este tipo de conflictos pueden solucionarse a través del diálogo intercultural, donde cada uno de los interlocutores se disponga a conocer y entender los fundamentos culturales del otro.
Si el calendario de la discordia buscaba poner en relieve y homenajear a los pueblos originarios, el procedimiento correcto era consultar a los longkos de las comunidades si está permitido registrar fotográficamente ceremonias religiosas y utilizar esas fotografías para fines promocionales. Sin embargo, creo no equivocarme al decir que el pueblo mapuche-huilliche no necesita ni desea que le rindan homenajes en calendarios de «Fiesta Patrias».
Por lo pronto, si me permite la recomendación alcalde, valdría la pena pedir disculpas y retirar los calendarios. Quizás si las Municipalidades de la provincia de Osorno invirtieran dinero en elaborar libros para enseñar Tse Sugun en todos los colegios municipales, con asesoría de los Longkos y los Ngempin, junto con la Universidad de Los Lagos o la Universidad Austral, se daría un paso importante para establecer una base sólida para el diálogo intercultural con el pueblo mapuche huilliche.
Fuente: El Lápiz en la Oreja (17.12.2011)