Fotografía: Sergio Villalobos | Dinko Eichin Frost
Sergio Villalobos, Premio Nacional de Historia 1992, y el conflicto en La Araucanía:
“El Gobierno ha usado la fuerza policial con excesiva prudencia”
El historiador considera «absurdo» reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios, acusa a grupos de izquierda, a la prensa y a los antropólogos de exagerar la situación mapuche y cree que la tensión se acabará con el tiempo.
El historiador considera «absurdo» reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios, acusa a grupos de izquierda, a la prensa y a los antropólogos de exagerar la situación mapuche y cree que la tensión se acabará con el tiempo.
Miles de chilenos han estudiado en colegios y universidades con sus textos. Sergio Villalobos, Premio Nacional de Historia 1992, nació hace 82 años en La Araucanía y ha dedicado gran parte de su trabajo a investigar y explicar su visión sobre el pueblo originario. El no habla de “mapuches”, sino de «araucanos»; califica a los que piden más tierras y cambios legislativos de “retrógrados”; cierra la puerta a reconocimientos constitucionales, e insiste que el conflicto es «un problema ficticio», fomentado por la izquierda, la prensa “truculenta” y los antropólogos, “que necesitan esto para que los contraten para hacer estudios”.
El autor asume que su postura es impopular, pero agrega: “Conozco la historia y la historia no la falsifica nadie. Se hacen investigaciones, hay documentos, hay libros, hay publicaciones. Yo creo que la posición historiográfica más honesta, mejor trabajada es la que yo estoy diciendo”.
– ¿Cómo ve la situación que se está produciendo hoy en La Araucanía?
– Es grave, hay un problema de pobreza y vinculación con la sociedad dominante, pero que se ha ido solucionando paulatinamente, porque es un proceso muy largo. La incorporación de los araucanos a nuestra vida comenzó con la llegada de Almagro, y ahí paulatinamente se ha ido produciendo una aproximación reflejada en que el pueblo primitivo, que podría llamarse mapuche o «reiche», se fue mestizando, mezclando con el hombre blanco, de manera que después de cuatro siglos de evolución ya no son propiamente indígenas, sino que son mestizos chilenos, igual que todos los chilenos. No son distintos al resto del pueblo chileno y eso ubica las cosas de una manera absolutamente distinta: fue un pueblo originario, pero ya está incorporado a la realidad chilena.
– ¿Y por qué entonces se expresan como un pueblo distinto?
– Todo el que está descontento con algo se manifiesta con o sin razón. Ahora, en todas estas cosas hay algo de razón, pero no esa cosa tremendista que suele presentarse. Esta incorporación ya está muy adelantada. En cuestión de un tiempo más, quizás en un siglo, habrá desaparecido totalmente la diferencia. Los araucanos reciben educación básica, educación media, son profesionales, están en las Fuerzas Armadas, en las municipalidades, en la administración pública, en el Congreso y hay ministros de Estado. Entonces, todo el alegato de discriminación y deuda histórica es falso.
– ¿No cree que haya un «arrastre» que requiera un trabajo especial para solucionarlo?
– Tiene un arrastre y todos tratan de acudir a la historia para justificar sus posiciones. Así ha sido en todas partes, con los escoceses, los vascos en España, pero la realidad es que el mundo se va globalizando. La posición de los araucanos es conservadora, retrógrada, va liada atrás y no reconocen todo lo que se ha avanzado.
– ¿Cuáles avances valora?
– La incorporación a la sociedad, al trabajo. ¡Están en todas partes! Puede que en los bajos estratos de nuestro pueblo haya cierta discriminación por parecer diferentes a los indios, pero en general en la masa del país no hay discriminación. Yo he tenido excelentes jardineros de origen araucano, trabajan en las panaderías y muy bien, honestamente, cumpliendo con su deber, con inteligencia, entonces hay una creación de un problema ficticio con fines políticos en gran medida… desde el Partido Comunista, las tendencias de extrema izquierda, el populismo, los antropólogos, los políticos y los periodistas, que son fabricantes de noticias truculentas.
– Mencionó esperar un siglo para la integración plena. ¿Es en sentido figurado o se puede acelerar?
– En historia nunca se puede predecir el futuro. Los historiadores que han tratado de hacerlo han fracasado estrepitosamente, pero uno ve una marcha general hacia la incorporación, hacia el entendimiento, que no tiene por qué no seguir… a pesar de los grupos recalcitrantes de políticos y otros que están manejando esta cosa para su propio provecho.
– Un sector de la intelectualidad pro indígena promueve la creación de un País Mapuche, con reconocimiento constitucional y una orgánica. ¿Qué opina sobre ello?
– No entiendo qué pueda hacer eso, porque si pertenecen al país plenamente y tienen todos los derechos imaginables, entonces ¿en qué está la diferencia? También podría haber un país en Tarapacá, otro en Colchagua y otro en Punta Arenas, con lo cual desintegramos a la nación chilena.
– ¿Y el reconocimiento constitucional?
Lo hallo absurdo, ¡porque son chilenos igual que todos! Tienen derecho a voto, a trabajo, son auxiliados en la salud, en el retiro, en todo igual que nosotros, igual que yo, pero es fácil protestar, ¿ah?
DIÁLOGO Y POLICÍA
– Hoy hay una propuesta una nueva instancia de diálogo social ¿Piensa que ese es el camino correcto para enfrentar la situación que afecta a La Araucanía?
– Es un lugar pobre, el más pobre de Chile, y eso se debe al temor de los inversionistas, a que el elemento propiamente chileno de centro no ha podido desenvolverse con libertad. Ha habido un temor permanente, que es negativo para el progreso. Creo que debe haber un convencimiento, que debe conversarse, buscar nuevas soluciones. Eso me parece inteligente y no simplemente la protesta, el incendio, la destrucción, el ataque a las personas, al cuerpo policial.
– Uno de los temas demandados es la entrega de tierras. ¿Cree que ese es el camino de solución?
– Una vez más se cometen errores. Cuando se incorporó La Araucanía mediante la expansión chilena los mismos indígenas tenían muy pocas tierras al sur del Biobío y hasta el Malleco. Aceptaron entregar tierras para la erección de ciudades, de fuertes, comenzaron a vivir una realidad. Los gobiernos, mal que mal, trataron de proteger la propiedad indígena y establecieron que no podían vender directamente sin permiso de la autoridad, porque los engañaban… y ellos mismos también engañaban, reclamaban tierras que no les pertenecían con el objeto de sacar provecho. Hubo una situación muy compleja y muy rara, pero así y todo conservaron una alta proporción de tierras en La Araucanía. Las tierras son mal trabajadas, no hay innovación técnica, mestizos con iniciativa se van a la ciudad, se van a mejores trabajos, y en el campo van quedando los viejos, los anticuados. Hay escasez de ayuda técnica, en eso se puede mejorar mucho; hay escasez de capitales para comprar abono, maquinarias, herramientas. Falta una política que se ha estado haciendo, pero que no ha sido suficiente… pero es mucha cuestión de aquí (se lleva la mano a la cabeza), de la mentalidad… de reclamar, de tender la mano para recibir la ayuda del Estado y no esforzarse por sí mismo para salir adelante.
Fotografía: Villalobos dice que el nombre original del pueblo es «reche». Que significa ‘hombre cabal’. «El dominador le llamó mapuche», añade | EFE/Marco Mesina
– ¿Estima que la demanda de clientelismo es una característica del pueblo mapuche?
– La mayoría acepta la situación existente, colabora y trata de salir adelante; pero hay grupúsculos manejados ideológicamente que hacen que protesten y hacen esta cosa violenta.
– El Gobierno está implementando un plan de fortalecimiento de la seguridad en esa zona. ¿Eso no tensa más una situación ya conflictiva?
– Inicialmente sí y entre ciertos grupos, pero es obligación del Gobierno garantizar la libertad, la propiedad y el derecho a la vida de todas las personas, entonces tiene que emplear a la fuerza policial. Y yo diría que la ha empleado con excesiva prudencia, con excesiva condescendencia… ahora parece que la cosa se va a ampliar porque hay mayor dotación policial y reclusos, pero es obligación del Gobierno.
– Usted habla de prudencia, pero los mapuches dicen lo contrario…
– ¡Van a gritar hasta el fin del mundo, porque lo más fácil es protestar! Yo también podría dice: «Miren, acá hay gente muy rica, por qué a mi no me dan más, estoy descontento». Eso sería un absurdo, pero es propio del ser humano, porque el ser humano actúa por resentimiento, envidia.
– ¿Percibe resentimiento en el pueblo mapuche?
– No tanto, hay grupos que sí y esos son los explotados por los medios de comunicación, los políticos, los antropólogos, que necesitan esto para que los contraten para hacer estudios…
– Usted es de Angol. Antes de estudiar Historia, ¿cómo percibía esta situación?
– No se sentía. Yo he estado en contacto con esta región permanentemente, pero hasta 1950-1960 no se percibía esta agitación. Uno encontraba mapuches en los trabajos, en los fundos, en la ciudades y estaban como adaptados. Pero otra cosa es la conciencia: cuando se explota la conciencia por grupos interesados se puede armar una combustión grande.
– ¿Piensa que va para una combustión grande?
– No, creo que ya no. Se trató de hacer una combustión grande en los últimos 20 a 30 años, pero se ha ido aplacando. Los mestizos araucanos han recibido muchas tierras, hay organismos del Estado destinados a esto y hay sectores donde francamente uno nota el progreso. Por ejemplo, en el Alto Biobío tienen camionetas, riego por aspersión, vacunos y caballares que ya se quisieran los hacendados de Chile Central. Todo eso con la ayuda que dio Endesa y el Gobierno para levantar esas comunidades. Ha habido una respuesta adecuada, hay escuelas, hospitales, los caminos están pavimentados. Entonces, ¡de qué quejarse tanto!.
– Ellos reclaman que para instalar estos proyectos hidroeléctricos los enviaron a las zonas más alejadas de sus terrenos…
– ¡Pero si ahí estaban desde tiempos inmemoriales, pues! Se les reconoció la propiedad sobre lo que tenían, pero quieren más y más y más, y ojalá quitarle la casa al que vivé al lado porque es más rico, a las empresas que cultivan el bosque. ¡Es muy fácil adueñarse del trabajo de los demás! No es más que gritar y actuar…
– Uno de los elementos de discusión es que se apela mucho a los imaginarios, como que el «mapuche es flojo». ¿Cree que eso ha cambiado?
– Eso fue realidad durante un tiempo histórico. El hombre no trabajaba, era un guerrero y un cazador; entonces las que trabajaban eran las mujeres. Eso durante un tiempo siguió pesando, pero hoy no creo que sea así. La ebriedad fue tradicional, antigua, vivida. Cuando uno lee escritos de los viajeros que discurren por La Araucanía en el siglo XIX encuentra que estaban todos borrachos, el cacique, los mocetones, y era parte de la cultura ancestral. Hacían chicha con toda clase de hierbas, semillas, después con la manzana…
– Una de las reivindicaciones del pueblo mapuche es que sus tierras fueron cambiadas en ese contexto: de ebriedad, a cambio de alcohol, de baratijas…
– Parte de eso fue verdad.
– Extrapolando la legislación vigente, ¿no se puede considerar que esas tierras fueron mal habidas?
– En parte creo que sí, pero los mapuches también engañaban. Un cacique decía ser el dueño de tales potreros y no lo era, pero se los vendía a los chilenos, al Gobierno para sacarlos a remate público, entonces el engaño era por parte y parte. En la historia y en la vida no existen los buenos y los malos separados absolutamente. El ser humano tiene todas esas condiciones.
«El reconocimiento constitucional lo hallo absurdo ¡porque son chilenos igual que todos! Tienen derecho a voto, a trabajo, son auxiliados en la salud, en el retiro, en todo igual que nosotros»
Sergio Villalobos
Fuente: Diario El Austral de La Araucanía (19.08.2012)
Vea video con declaraciones del historiador chileno:
Video: soychilecl
El Premio Nacional de Historia 1992 consideró «absurdo» reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios y acusó a grupos de izquierda, a la prensa y a los antropólogos, de exagerar la situación mapuche.