La reconstrucción de nuestro pueblo es una tarea compleja. Siglos de despojo y atropellos han dejado profundas heridas que aún no han logrado cicatrizar. Es así que, junto a la recuperación de los territorios usurpados y de nuestro idioma, el poder conocer cómo era nuestra antigua ritualidad es un aspecto que poco a poco vamos develando mediante los nütram de nuestra gente mayor y la escasa documentación disponible.
Ciertamente, no podemos viajar al pasado para ver con nuestros propios ojos cómo vivían nuestras y nuestros kuyfi ke tse. Sin embargo, los seres humanos tenemos srakisuam, es decir, la capacidad de llegar a conclusiones válidas por medio de la razón. Si en un lugar encontramos cenizas y restos quemados de madera u otros elementos, podemos concluir que previamente hubo fuego. No lo vimos, pero podemos llegar a la conclusión de que así fue.
Si bien el ejemplo anterior puede ser un tanto burdo, su propósito es evidenciar que en el caso de la reconstrucción de nuestro pasado, también tenemos que llegar a conclusiones válidas analizando cuidadosamente los ‘restos’ que han sobrevivido al exterminio.
En nuestro pueblo, históricamente ha sido el nütram o relato oral el medio principal de transmisión de eventos pasados y del kimün (conocimiento) en general, complementado muchas veces con pewma (sueños). Sin embargo, a causa del colonialismo, en muchas familias se cortó ese tipo de transmisión de conocimiento. La autocensura de la gente mayor para evitar sufrimiento a sus hijas e hijos fue generando un desconocimiento de nuestro pasado y de nuestro propio mapunchengen.
Con el tiempo, hemos podido recopilar muchas nütram que se salvaron de la represión y hemos podido ir delineando los grandes procesos de nuestro pueblo y algunos hitos en particular. En el caso del territorio mapuche williche, ya desde el Memorial de 1894 es posible constatar que junto a los nütram, la recopilación y uso estratégico de fuentes escritas ha sido fundamental para la reconstrucción de nuestro pasado. Es así que nuestros antiguos apo ülmen llegaron a la conclusión de que la lectura y la escritura eran herramientas poderosas y útiles en manos mapuche.
Siguiendo la senda de lo apo ülmen, en esta publicación presentamos la transcripción de una parte del trabajo denominado «Estudios de la lengua veliche«, escrito por Alejandro Cañas Pinochet y publicado en Santiago en el año 1910.
Agradecemos a nuestra l’amuen Catalina por haber realizado la transcripción del texto y por compartir las hermosas fotografías que acompañan esta publicación.
ACLARACIÓN NECESARIA
En este punto es necesario señalar, todas la veces que sea necesario, que los usos ‘veliche’ y ‘beliche’ son deformaciones del concepto williche o «gente del sur». Junto a lo anterior, también es importante tener presente que williche corresponde a una ‘identidad territorial’ propia del pueblo mapuche y no un pueblo aparte como hoy la extrema derecha chilena pretende hacer creer de manera artificiosa. Tampoco existe evidencia de que ‘veliche’ y ‘beliche’ provengan de expresiones como «feliche» («feleyche») o «folilche». Al respecto citamos la obra Arte de la lengua general del Reyno de Chile del año 1765, escrita por Andrés Febrés: «ghùylliche– Indio de acia el Sur, y no es Veliche, ni Beliche, como algunos escriben» (Febrés, 1765, pp. 3-4).
Es probable que la alteración de williche a veliche/beliche se deba a la influencia del idioma del pueblo chono con el cual el pueblo mapuche convivía en el archipiélago de Chiloé hasta antes de la invasión española. La influencia idiomática mutua es un fenómeno muy frecuente en zonas de frontera.
WENTEYAO Y LOS ANTIGUOS LEPÜNTUN
El extracto que presentamos en esta publicación está referido a la importancia de Wenteyao, escrito en el texto de Cañas como «Huentrreyao», y los detalles de la realización de los antiguos lepüntun del territorio Künko.
Cañas define así al Tayta Wenteyao:
El Ser Supremo entre los indios cuncos de Valdivia, á quien hacen ellos inmortal. Tenía sus dominios especialmente en el mar, en donde atraído por encantos y belleza de una sirena que vivía en las mismas aguas, se enamoró de ella, se unieron y de esta unión procede la Humanidad. A su voluntad obedecen todas las fuerzas activas de la Naturaleza. El calor, el frío, las lluvias, los vientos, las cosechas buenas ó malas, las enfermedades y las pestes, como la vida y la muerte, se generan en su voluntad. Los indios lo personifican en una rama de laurel. Le ofrecen culto en ciertas fiestas ó rogativas que llaman lepun o lepuntun, y para comenzar estas, llevan los indios á la orilla del mar una rama de este aromático arbol, lo mojan en sus aguas para comunicarle don divino, y en seguida lo conducen á sus tribus, en donde se desarrollan muy variadas ceremonias en honor de Huentrreyao, para obtener de él lo que desean, como bueno tiempo para el desarrollo de sus sementeras, abundante cosecha de mieses, etc.
Cañas, 1910, p. 281
El extracto corresponde a una descripción realizada por José Olegario Barrientos, Oficial del Registro Civil en San Pablo, en la entonces circunscripción de Osorno, provincia de Llanquihue. Dicha descripción tiene interesantes elementos que invitamos a analizar cuidadosamente. No hay que olvidar que veremos los acontecimientos con los ojos de un funcionario estatal que no necesariamente se abstrae de sus prejuicios y escaso conocimiento del mapunche müpiltun al momento de hacer su relato. Aún así, este material es muy interesante. Una vez finalizada su lectura, pueden dejarnos sus comentarios al final de la página.
Y sin mayor preámbulo, compartimos el relato «Lepuntunes de los indios ó rogativas«:
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Lepuntunes de los indios ó rogativas. – Los indios que viven en la costa de Llanquihue que se llaman cuncos, y que son los mismos veliches, celebran sus Lepuntunes de la manera siguiente: Cortan una rama de laurel, como de dos metros de alto, que el machi (brujo) la lleva al mar donde Huentrreyao (véase esta palabra), se posa en ella.
Desde ese instante deja de ser rama: es Huentrreyao.
El jefe de esta tribu, no el cacique, avisa al de la tribu vecina el día que le llevarán a Huentrreyao (la rama) para que le haga Lepuntun (lo festeje).
Los que reciben la rama, eligen el lugar en que ha de tener lugar la fiesta, y siempre que se puede, cerca á los cementerios, con tres ramas de laurel, del mismo alto que la van á recibir, y tres de avellano. Describen en seguida una circunferencia como de seis metros de radio: y quedará el campo dividido en dos partes, una para que hagan sus juegos los del lugar, la otra para los Quiluches, (los que traen á Huentrreyao, los llaman Quiluches, porque á este le llaman también Quiluch.)
Desde el día antes participan los trajines al lugar de la fiesta; llevan terneros, corderos, vasijas llenas de una bebida que llaman Mudai, la que hacen de trigo con un poco de maíz y quinoa; es alimenticia, fermentada, no embriaga, y llenan casi todos los trastos de sus ranchos.
Después de las 12 del día designado para la fiesta, llegan los Quiluches, y á 400 metros hacen sonar sus instrumentos. Contesta los otros, y de este modo se acercan á 150 metros; ahí esperan que se les avise que pueden recibirles: esta espera es durante una ó dos horas.
Si obligado por algún motivo pasa un indio cerca de los Quiluches, vuelve la cara á otro lado para no saludar, no pueden saludarse antes que sus jefes lo hagan á su debido tiempo.
Un noble es el que le avisa que pueden recibirlos.
Mucho movimiento se produce en ambos campos para montar á caballo.
Ambas tribus se ponen de frente paralelamente separadas por una distancia de dos metros. Los Quiluches al acercarse á los otros van tocando sus músicas.
En esta situación comienzan los saludos en que tardan mucho tiempo, permaneciendo intertanto los jefes de ambas tribus en el centro de sus respectivas líneas con sus machis á la derecha. Los que ocupan los extremos más lejanos de las líneas, dan gritos para saludar, consistentes en mari mari chau, (padre); peñi (hermano) o guiñan (amigo), según las relaciones que se les une con el saludado.
Concluido el saludo habla el jefe de los Quiluches, y cuando éste no es buen orador, uno de los acompañantes que lo sea, dice en voz alta para que oigan todos que viene á dejarles á Huentrreyao, para su fiesta, para que les dé lo que desean; que viene contento ó enojado, según y cómo; que promete ésto o aquéllo, castigos ó premios; que ha tenido tantos hijos desde la última vez que le hicieron Lepuntun, y lo que la jactancia y facultades oratorias le sugieren al orador. El visitado contesta que tiene muchísimo gusto en recibirlos: que les está agradecido por las buenas cosechas que les ha dado, por éste ó aquel milagro, y como el otro orador, lo que puede agregar.
Terminado el parlamento, el jefe de los Quiluches entrega al otro la rama. En cuanto la recibe vuelve su caballo y á carrera corre unos 150 metros seguido de toda su gente, diciendo todos á gritos: amope! (vete ó arranca) amope! amope!…. Así corriendo vuelven hasta donde parlamentaron, operación que se repite seis veces. Los Quiluches hacen la misma cosa en sentido contrario. En seguida se juntan las dos partidas y dan otras seis carreras en el mismo campo, gritando ya! ya! ya! Esto lo hacen para espantar al huecufe (diablo) (1).
Se separan y cada uno vuelve al campo que le corresponde.
El jefe acompañado de su machi, clava en la tierra a la rama de laurel, en el centro del círculo formado por las seis ramas mencionadas; el machi queda ahí durante todo el tiempo de la fiesta, como también las indias más viejitas, que inmediatamente le hacen compañía.
Un momento después comienza el baile.
Este consiste en dar vueltas alrededor de las ramas, tomados de las manos, alternados hombres y mujeres. Dan un saltito especial con un pie, el otro lo levantan al mismo tiempo. Bailando es cuando se pide á Huentrreyao, en voz alta, y todos piden lo que desean, unos buenas cosechas, otros que llueva, aquéllos que no llueva, las solteras marido, estos mujer, etc. El autor de esta relación, dice haber visto expulsar del Lepuntun, á un chileno (español y huinca) por haber pedido mujer siendo casado.
Para principiar el baile se ponen á la cabeza los abanderados y orquestas (de ambas tribus), siguen los bailarines colocándose sin orden y como concluyen formando un círculo, no se sabe si los abanderados son los primeros ó son los últimos. Como el baile es casi en paso de trote, luego se cansan, pero ahí están los mirones que forman á los bailarines un círculo, para animarlos, diciéndoles ca-quiñe!…. ca-quiñe! (otro!…. otro!) y golpean al suelo con los pies.
Bailan hasta las 10 ú 11 de la noche.
El siguiente día se celebra otro parlamento de los jefes y principales, bajo las ramas. Aquí es el otro jefe el que dice al de los Quiluches lo que Huentrreyao, ha dicho y prometido.
Concluido este parlamento el jefe entrega al de los Quiluches, la mitad de los terneros y corderos, destinados á ser inmolados en aras de Huentrreyao (Este gusta mucho de sangre). Les hace abrir el pecho (vivos) y con la mano le saca la sangre para arrojarla á puñadas á la rama que dice es Huentrreyao, dirigido hacia el oriente. Las víctimas inmoladas, no pueden ser devoradas en el sitio, ni aun despojadas de la piel. Concluida la fiesta se las comen fuera de aquel lugar ó en casas de los asistentes.
Terminada esta operación las indias colocan bajo las ramas ollas llenas de comida, cántaros de Mudai, harina tostada y lo que tienen de comer ó beber. De aquí las toman los Quiluches, yéndolas á colocar nuevamente bajo las ramas (vacías de su contenido), las recogen los dueños. El número de ollas y cántaros se cuentan por cientos.
No se da de comer particularmente porque le dan á Huentrreyao. Si éste quiere con vida á sus acompañantes. Sigue el baile hasta el amanecer. Ya de día otro parlamento. Los jefes y principales de ambas tribus, bajo las ramas, repiten más o menos lo dicho en los anteriores parlamentos, y lo que nuevamente acomodan ó imaginan. Concluido el parlamento, se cogen ratones, insectos y animales dañinos, los cuales van á la hoguera vivos. Esto es para que Huentrreyao, sepa que esos animales son sus enemigos, y los concluya ó mate todos los de la especie.
Sigue á esto otra comida como la anterior. Otro baile está cerca de las 12 meridiano.
Otro parlamento bajo las ramas. Concluido este parlamento se despiden. Los Quiluches, dicen que van agradecidos por las atenciones y fiestas á Huentrreyao, las que devolverán con creces cuando les toque su turno.
Otro poco de baile y se concluye la fiesta.
Concluido el Lepun, se convidan de comer y beber particularmente, y cada uno se retira cómo y cuándo quiere.
La rama queda en poder del jefe que dio el Lepuntun: éste avisa á la otra tribu vecina el día en que le llevará a Huentrreyao, y así de tribu en tribu, es dios llega hasta la Cordillera. Como las tribus que tendrán que recibir á Huentrreyao no quieren ser menos en sus manifestaciones con él, mandan sus espías á los Lepuntunes, de la vecina tribu, para ver y escuchar y hacer ellos lo mismo ó sobrepasarlos si pueden.
No se puede bailar otro baile que el dicho. Mientras están en el lugar del Lepuntun, es obligación antes de comer ó beber algo, botar un poco al suelo diciendo: <<Efitungue Quiluch>> (toma aliento ó fuerza Quiluch ó Huentrreyao que es lo mismo).
No pueden embriagarse, porque todo se hace con una gravedad ó solemnidad que sobrepasa á la más rigurosa etiqueta.
Para llevar la rama á los indios en seguida que van á hacer el Lepuntun, se reúnen en el mismo sitio donde tuvo lugar el anterior, el mismo día que los vecinos van á hacerlo ó días antes, según la distancia.
De la Cordillera vuelve la rama, símbolo de Huentrreyao acompañada de los Choiques (avestruces). Estos son cuatro jóvenes de los más nobles, que en el baile de los Lepuntunes, de noche, para que no los conozcan, se ponen a la cabeza plumas de avestruz, si es posible. Los choiques, se permiten quebrantar las reglas de la etiqueta (solo en el baile) pues dejan á su acompañante para bailar con una de las mironas si fuere donosa y les gusta. A más de los Choiques hacen los indios atados de toda hierba perniciosa á los sembrados, para que Huentrreyao los arroje al mar y se concluyan.
Resumiendo: cada tribu tiene en un viaje de Huentrreyao, cuatro fiestas; dos dadas por ellos y dos logradas de sus vecinos, porque cada tribu lo festeja de ida y vuelta. La de los puntos de partida y vuelta tienen solo dos Lepuntunes, uno cuando va á dejarlo ó recibirlo y otro al recibirlo.
Supóngase usted el estado en que volverá la rama al punto de su partida, por los estragos del tiempo, pues el viaje de ida y vuelta dura meses y por la enorme cantidad de sangre que se le ha asperjado y que viene seca en las hojas!
La rama, en cuanto llega al mar, desaparece, sin que se sepa cómo y cuándo. Esto forma parte de la leyenda de Huentrreyao.
Los hechos relacionados Los garantiza el que esto escribe, menos de lo que hablan en los parlamentos, por no poseer la lengua indígena, porque ha visto muchos Lepuntunes, y en cada uno se le ha hecho acompañar por un indio que hablaba el castellano, para que le explicara lo que se decía, y el por qué ó qué objeto tenía ésto ó aquéllo, y en todo estuvieron de acuerdo los lenguaraces, excepción de los parlamentos, á veces dicen más otras menos, como está dicho.
Cada tribu tiene su machi, y es obligada a su presencia los Lepuntunes.
Se me olvida decir que entre las ramas donde hacen la fiesta, colocan una ó dos trru trrucas, de ocho á diez metros de largo.
Trrutrruca, es una especie de flauta hecha de colihue. Para hacerla sonar se necesita una cierta habilidad y de muy buenos pulmones.
(1) Antiguamente, cuando los indios eran ricos, tenían caballos adiestrados para ahuyentar al Huecufe; estos corrían de una manera especial dando saltos con las patas traseras y además les colgaban cascabeles. |
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¿Chumngentufimün feytachi chillka? ¿Mülepi koyl’a? ¿Legngepelay? Feytamo künofiyen fa tamün srakisuamafiel.
por Salvador Rumian C.
Fütawillimapu
@Wesrkin
@futawillimapu
Muy buena información se aclara el concepto veliche. Hay hermanos mapuche de la hisla de chiloe que están levantando esa idea de reconocerse como veliche junto los de derecha que están mas perdidos. Es grave deben recapacitar